miércoles, 13 de agosto de 2008

LA GENERACIÓN DISNEY

En estos últimos tiempos en los que ando cuestionándome todo para encontrar tan sólo más preguntas sin resolver, he establecido una serie de teorías nuevas sobre todas esas cosas que provocan un interrogante en mi interior… Ya que no existen las respuestas que posean la verdad exclusiva, es lógico que especulemos planteando nuevas posibilidades y nos quedemos con la que más coherente nos parezca… añado, pues, esta teoría a las muchas que ya existen dentro de esa pequeña Biblia particular que voy escribiendo día a día en mi cabeza.

La conclusión a la que he llegado en estos días es que Walt Disney es el culpable del boom actual y de las últimas décadas de los divorcios masivos, separaciones y relaciones amorosas fallidas.

Acepto que los tiempos han cambiado, que nuestro país ha tenido que “modernizarse” progresivamente ya que hasta no hace demasiados años vivía de espaldas al progreso. Acepto que ahora las cosas son diferentes: que la mujer sale a trabajar, que ya no nos conformamos con el rol de “mamá y ama de casa” que estaba establecido hasta ahora, que queremos nuestra independencia e identidad a nivel individual.

Entiendo que ahora ya no tenemos por qué aguantar hechos inadmisibles por que ahora tenemos otras opciones. Entiendo que el primer novio, que antes era para toda la vida cambiasen lo que cambiasen las circunstancias, ahora sólo será para toda la vida si la relación realmente funciona y se crea un bienestar mutuo que compense a ambos.

Entiendo que ahora no existe esa presión social y política que no nos permitía crecer y ser nosotras mismas. Y sin embargo, ¿es normal que el cambio haya sido tan brusco? ¿Es normal que ahora, como dice mi suegra, “los jóvenes de hoy en día no aguanten ná”?

Mi teoría acepta todos estos factores como los principales en esta lista de interminables rupturas sentimentales. Pero quiere que se acepte otro factor más, y que se admita que quizás es uno de los que más han condicionado a la mujer, en especial a la de nuestra generación y a la de las que se aproximan: Walt Disney, repito. Walt Disney es otro gran culpable.

Lo que no es normal es el lavado de cerebro al que nos vimos sometidas durante toda nuestra infancia y parte de adolescencia. Crecer alimentándonos con historias de amor utópicas y maravillosas que no corresponden a la realidad. Que introduzcan, subliminalmente, en tu pequeño cerebro infantil e inocente, el prototipo de “príncipe azul” que, consecuentemente y ésta es una subteoría, ha desembocado en lo que hoy llamaríamos el hombre “metrosexual”. Sólo tienen que contemplar a los príncipes de las películas del buen Disney: todos son frágiles, bondadosos, sensibles, con un rostro prácticamente femenino… los que poseen rasgos más varoniles, barba e incluso más corpulencia, fíjense bien, son los “malos” de la historia. También de esta moda estilista es culpable Walt.

Lo que no puede ser es que una crezca creyéndose estas pedantes y falsas historias, en las que el “bueno” lucha hasta desfallecer por su chica, por que la ama y esto es lo único que importa. En la que más tarde son felices para siempre, o eso dicen, claro, por que no muestran el futuro de la pareja que se crea durante el film. Aaah amiguito Walt, eso es lo que yo quiero ver… a Blancanieves y su respectivo príncipe veinte, o simplemente diez años más tarde, en plan “Escenas de Matrimonio”. ¿A que eso nunca lo enseñaste, maldito manipulador?

Sin darse apenas cuenta de ello, la niña es absorbida por estos ideales de “amor”. Primero ve Blancanieves, luego Cenicienta, la Sirenita, la Bella y la Bestia, Aladdín… y ya le han introducido el chip en su moldeable cerebro infantil. Hala, hecho. La semilla ya está plantada. Y si aún en la adolescencia, cuando está empezando a descubrir a pensar y decidir por sí misma, continúan bombardeando sus sentidos con cantantes melódicos y películas tipo Titanic, la niña está perdida. Sobre todo si tiene algún tipo de carencia afectiva, lo cual también está a la orden del día en los tiempos que corren. (Desde esa década liberadora en que las mamis empezaron a trabajar, sí, y todos comenzaron a dejar de tener tiempo para unos y para otros).

Luego la niña crece, y empieza a descubrir el mundo real. Su primer amor lo vive con la ingenua seguridad de que va a durar toda la vida. Disfruta del romanticismo y los detalles que la sorprendan. Pero un día, eso se acaba. Comienza la realidad y eso a la niña no se lo ha explicado nadie jamás. El príncipe azul se ha convertido en rana. La niña se frustra. El niño también lo hace, pues aunque no está tan abducido en la secta Disney como ellas, sus tiernas pupilas también contemplaron estas hipócritas imágenes y su mente recogió el ideal de pareja femenina como el de una tía dulce, buena, sumisa, que no duda sobre su amor ni se agobia cuando su relación no es lo que ella esperaba. Se crea una frustración mutua que sólo empeora la situación día a día. Las parejas no se rompen por falta de amor, se rompen por que nunca nos han enseñado a manejar las relaciones humanas. Por que en los colegios se olvidan de la asignatura que quizás debería ser la más importante. Y es posible que la referencia paterna en la mayor parte de las casas tampoco sea la adecuada. Por que no tenemos unas bases sólidas… las bases que poseemos los malditos víctimas de la “Generación Disney” son irreales e ideales, falsas, destructivas, dolorosas.

Y todo es culpa de ese petulante, ñoño e insípido soñador.

1 comentario:

El pirata de interior dijo...

Sin palabras... o eres brillante o estas enferma xD.

Un beso Sirena